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viernes, 12 de julio de 2013

El Espíritu Santo

El Espíritu Santo es Dios. Dios es santo (Levítico 11:44; 1ª Pedro 1:16). De hecho, solo Él es santo en Sí mismo. Dios también es Espíritu (Juan 4:24), y hay solamente un Espíritu de Dios (1ª Corintios 12:11; Efesios 4:4). Por lo tanto, “Espíritu Santo” es una manifestación del único Dios.

Él inspiró las Sagradas Escrituras (2ª Timoteo 3:16; 2ª Pedro 1:21), Él ha venido para convencer al mundo de pecado (Juan 16:8-16), para producir el nuevo nacimiento (Juan 3:5-8), para ser nuestro guía (Romanos 8:14), nuestro maestro (Juan 16:13; 1ª Corintios 2:13) y revestirnos de poder para llevar una vida victoriosa sobre el pecado (Romanos 8:3-4). El Espíritu Santo bautiza a cada creyente en el cuerpo Espiritual del Mesías en el mismo instante que éste recibe la salvación por su fe en el Mesías (1ª Corintios 12:13) y lo sella para el día final de redención (Efesios 1:13-14). Los dones espirituales provienen de Él para que los creyentes cumplan con su respectiva función dentro del Cuerpo del Mesías que es la Iglesia.

El Espíritu Santo guía a cada creyente al conocimiento de toda verdad (Juan 14:26; 16:13). Él abre la mente del creyente para que entienda las Escrituras y la verdad de Dios. Esto no quiere decir que el creyente pase a ser infalible en el entendimiento de la verdad, sino que, con la ayuda del Espíritu, es capaz de percibir una correcta perspectiva de la realidad, usar su mente en forma correcta, a diferencia de quien no tiene el Espíritu.

El Espíritu Santo llena a cada creyente para que pueda vivir una vida de santidad y de victoria sobre el pecado (Efesios 5:18). Como el Espíritu llena y controla progresivamente la vida del creyente, la voluntad de Dios, que es su santificación (1ª Tesalonicenses 4:3), es progresivamente perfeccionada en su vida. Es deber del creyente rendirse al control del Espíritu y caminar de acuerdo a Él para que el fruto del Espíritu pueda ser manifestado en su vida. (Gálatas 5:16-25).

Así como el Espíritu Santo llena al creyente, Él también le reviste de poder para que testifique y le sirva (Hechos 1:8). Es notable en los relatos bíblicos, que personas débiles y temerosas fueron transformadas en testigos intrépidos y persuasivos por el poder del Espíritu Santo (Hechos 2:14-37; 3:12; 4:8, 31; 6:8; 9:20-22). Este poder viene únicamente del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo provee dones espirituales al pueblo de Dios para que el ministerio de la Iglesia pueda ser cumplido con orden y bien concertado (1ª Corintios 12:4-11). Los dones Espirituales están presentados en 1ª Corintios 12:8-10, 28-30 y Romanos 12:6-8.  Todos los dones deben ser ejercidos bajo el control del amor (1ª Corintios 12:7-10) y en una forma ordenada (1ª Corintios 14:33, 40).

Las lenguas, interpretaciones, profecías, sanidades y milagros no son prueba de que alguien sea bautizado en el Espíritu Santo, ni evidencian su salvación (Mateo 7:22-23; Gálatas 3:2-14; Juan 7:38-39).