Al morir el hombre, su espíritu no deja de existir
ni se vuelve inconsciente (Eclesiastés 12:7;
Lucas 16:19-31; 2ª Corintios
5:6-8).
La vida eterna es una posesión presente (Juan 5:24).
Al morir físicamente el justo, su alma va al Seno de Abraham (Génesis 25:8,
25:17, 35:29; Deuteronomio 32:50; Números 20:24-26; Lucas 16:22-23) y el alma
del perdido espera en el Seol o Hades (Job 24:19; Salmo 9:17, 31:17;
Eclesiastés 9:10; Hechos 2:27; Salmo 16:10; Apocalipsis 20:13), mientras que el
espíritu de los justos vuelve a Dios para estar con el Señor en el cielo (Lucas
23:46; Filipenses 1:21-24; Hechos 7:59), luego, cuando el Mesías venga por su
pueblo, sus cuerpos serán resucitados (1ª Corintios 15:51-53; 1ª Tesalonicenses
4:13-18), y juntándose con los creyentes que estén viviendo en la tierra, sus
cuerpos serán transformados en la semejanza del cuerpo glorificado del Mesías
(Filipenses 3:21; 1ª Tesalonicenses 4:15-17; 1ª Juan 3:2) y ellos para siempre
estarán con el Señor (1ª Tesalonicenses 4:17).
Cuando el Mesías se ponga a juzgar a los salvos, éstos
recibirán recompensa por las obras que son aprobadas por Dios, o bien sufrirán
pérdida por sus obras no aprobadas (1ª Corintios 3:11-15; 2ª Corintios 5:10).
La obediencia a su Ley es recompensada con bendiciones. Las coronas y
recompensas en el Tribunal del Mesías estarán directamente relacionadas con la
práctica de su Palabra (Salmo 19:11; 1ª Corintios 3:14; 1ª Pedro 5:4; 2ª Juan
1:8; Apocalipsis 22:12).
Todos aquellos que rehúsan recibir a Yeshúa como su
Salvador en ésta presente vida comparecerán delante de Dios para ser finalmente
juzgados y condenados en el juicio del gran trono blanco, al eterno castigo consciente
en el infierno (Mateo 25:46; Juan 3:16-18; Apocalipsis 20:11-25).
Aunque el énfasis de la Biblia está en la
resurrección de los muertos en el Mesías, que ocurrirá en el instante de su
retorno para llevarlos consigo al reino de los cielos que se establecerá por mil
años en la tierra (1ª Corintios 15:20-23; 1ª Tesalonicenses 4:14-16;
Apocalipsis 5:10; Apocalipsis 21:3), también los incrédulos serán resucitados,
después del milenio, y juzgados delante del gran trono blanco (Apocalipsis
20:11; Daniel 12:2; Hechos 24:15). La garantía de nuestra resurrección futura
es la resurrección de Yeshúa y su cuerpo glorificado es el modelo del cuerpo
resucitado del creyente (1ª Corintios 15:20; Filipenses 3:20-21; Hechos 7:59).
La
Biblia provee una amplia
esperanza al creyente de que después de su muerte y antes de la resurrección
final, su espíritu irá inmediatamente a estar con el Señor (Eclesiastés 12:7).
Este periodo intermedio entre la muerte y la resurrección es una
bienaventuranza consciente para el creyente y la liberación de sus
preocupaciones y sufrimientos (Lucas 16:19-31; Apocalipsis 6:9).
El aspecto más animador de la esperanza del creyente
sobre su futuro es que ha sido liberado de la condenación de sus pecados. Por
la gracia de Dios y por medio de la fe en el Mesías, el creyente ha sido
exonerado de sus pecados y ya no habrá para él juicio de condenación (Juan
5:24; Romanos 8:1).
Luego del reino milenial de Yeshúa la tierra será
destruida por fuego. Luego serán creados nuevos Cielos y una Nueva Tierra,
donde reinará Yeshúa junto a todos los creyentes por toda la Eternidad. Allí no
habrá muerte, ni dolor, ni tristeza, ni llanto, ni hambre, ni sed (Isaías
65:17; Isaías 66:22-23; 2 Pedro 3:7-14; Apocalipsis 22:1-5).