viernes, 12 de julio de 2013

La esperanza del creyente y los eventos futuros

Al morir el hombre, su espíritu no deja de existir ni se vuelve inconsciente (Eclesiastés 12:7;  Lucas 16:19-31;  2ª Corintios 5:6-8).

La vida eterna es una posesión presente (Juan 5:24). Al morir físicamente el justo, su alma va al Seno de Abraham (Génesis 25:8, 25:17, 35:29; Deuteronomio 32:50; Números 20:24-26; Lucas 16:22-23) y el alma del perdido espera en el Seol o Hades (Job 24:19; Salmo 9:17, 31:17; Eclesiastés 9:10; Hechos 2:27; Salmo 16:10; Apocalipsis 20:13), mientras que el espíritu de los justos vuelve a Dios para estar con el Señor en el cielo (Lucas 23:46; Filipenses 1:21-24; Hechos 7:59), luego, cuando el Mesías venga por su pueblo, sus cuerpos serán resucitados (1ª Corintios 15:51-53; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), y juntándose con los creyentes que estén viviendo en la tierra, sus cuerpos serán transformados en la semejanza del cuerpo glorificado del Mesías (Filipenses 3:21; 1ª Tesalonicenses 4:15-17; 1ª Juan 3:2) y ellos para siempre estarán con el Señor (1ª Tesalonicenses 4:17).

Cuando el Mesías se ponga a juzgar a los salvos, éstos recibirán recompensa por las obras que son aprobadas por Dios, o bien sufrirán pérdida por sus obras no aprobadas (1ª Corintios 3:11-15; 2ª Corintios 5:10). La obediencia a su Ley es recompensada con bendiciones. Las coronas y recompensas en el Tribunal del Mesías estarán directamente relacionadas con la práctica de su Palabra (Salmo 19:11; 1ª Corintios 3:14; 1ª Pedro 5:4; 2ª Juan 1:8; Apocalipsis 22:12).

Todos aquellos que rehúsan recibir a Yeshúa como su Salvador en ésta presente vida comparecerán delante de Dios para ser finalmente juzgados y condenados en el juicio del gran trono blanco, al eterno castigo consciente en el infierno (Mateo 25:46; Juan 3:16-18; Apocalipsis 20:11-25).

Aunque el énfasis de la Biblia está en la resurrección de los muertos en el Mesías, que ocurrirá en el instante de su retorno para llevarlos consigo al reino de los cielos que se establecerá por mil años en la tierra (1ª Corintios 15:20-23; 1ª Tesalonicenses 4:14-16; Apocalipsis 5:10; Apocalipsis 21:3), también los incrédulos serán resucitados, después del milenio, y juzgados delante del gran trono blanco (Apocalipsis 20:11; Daniel 12:2; Hechos 24:15). La garantía de nuestra resurrección futura es la resurrección de Yeshúa y su cuerpo glorificado es el modelo del cuerpo resucitado del creyente (1ª Corintios 15:20; Filipenses 3:20-21; Hechos 7:59).

La Biblia provee una amplia esperanza al creyente de que después de su muerte y antes de la resurrección final, su espíritu irá inmediatamente a estar con el Señor (Eclesiastés 12:7). Este periodo intermedio entre la muerte y la resurrección es una bienaventuranza consciente para el creyente y la liberación de sus preocupaciones y sufrimientos (Lucas 16:19-31; Apocalipsis 6:9).

El aspecto más animador de la esperanza del creyente sobre su futuro es que ha sido liberado de la condenación de sus pecados. Por la gracia de Dios y por medio de la fe en el Mesías, el creyente ha sido exonerado de sus pecados y ya no habrá para él juicio de condenación (Juan 5:24; Romanos 8:1).

Luego del reino milenial de Yeshúa la tierra será destruida por fuego. Luego serán creados nuevos Cielos y una Nueva Tierra, donde reinará Yeshúa junto a todos los creyentes por toda la Eternidad. Allí no habrá muerte, ni dolor, ni tristeza, ni llanto, ni hambre, ni sed (Isaías 65:17; Isaías 66:22-23; 2 Pedro 3:7-14; Apocalipsis 22:1-5).

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