martes, 13 de agosto de 2013

Versión de la biblia para la aplicación mysword

Esta es una versión de la biblia para la aplicación mysword que se instala en Android y es para aquellos que "ya tienen la aplicación mysword previamente instalada".

Solamente tienes que bajar el archivo "A Yeshua.bbl.mybible.rar" y descomprimirlo.

Con esto tendremos un archivo llamado "A Yeshua.bbl.mybible" que guardaremos dentro de la carpeta "bibles" en el directorio donde está instalada la aplicación Mysword.

Ejemplo:

/storage/sdcard0/mysword/bibles/

Una vez copiado el archivo, abrimos la aplicación y ya.

Link para download:


Si no ves la imagen puedes descargarlo directamente desde aquí:

viernes, 12 de julio de 2013

Satanás

(Job 1:6-7) Es un ser personal y de carácter depravado y malvado (Génesis 3:1; Mateo 3:1-10; Zacarías 3:1-2; Apocalipsis 12:10), enemigo de Dios y de los hombres (Génesis 3:1). No se halla  ningún vestigio de verdad en él (Juan 8:44).

Se le presenta en la Biblia como el adversario, oponiéndose a Dios a través de sus acechanzas, siempre tratando de anular los buenos propósitos de Dios (Génesis 3:1-5;). Aparece como el opositor, tratando de engañar y destruir al hombre que ha sido hecho a la imagen de Dios (Job 1:8-11; 2ª Corintios 4:4; 1ª Pedro 5:8).

Tiene una compañía de seres diabólicos, que son capaces de tentar a los hombres en muchas formas para que éstos no obedezcan la voluntad de Dios (Mateo 12:24-28; Judas 6; Apocalipsis 12:9). Estas actividades pueden ser idolatría, culto a Satanás, prácticas ocultistas y astrología, que son inspiradas por los demonios y acerca de las cuales el pueblo de Dios está prevenido de no participar en ellas (Deuteronomio 18:10-14; 1ª Corintios 10:19-21).

En el Nuevo Pacto se le describe como “el dios de este mundo” (2ª Corintios 4:4), “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11), el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Él somete a los hombres a su sistema de maldad para cumplir sus propios designios funestos (1ª Juan 5:19). Aunque sus poderes son sobrenaturales, éstos están limitados por el poder soberano de Dios. Satanás no puede cumplir sus designios siniestros más allá de lo que Dios específicamente le permite (Job 1:6-12; 2:1-6; 1ª Corintios 10:13).

Ya fue juzgado, su juicio se consumó por medio de la muerte de Yeshúa en el madero (Juan 16:11; Hebreos 2:14), y finalmente será arrojado al lago de fuego, infierno o Gehena, donde permanecerá eternamente (Apocalipsis 20:10-15).

La esperanza del creyente y los eventos futuros

Al morir el hombre, su espíritu no deja de existir ni se vuelve inconsciente (Eclesiastés 12:7;  Lucas 16:19-31;  2ª Corintios 5:6-8).

La vida eterna es una posesión presente (Juan 5:24). Al morir físicamente el justo, su alma va al Seno de Abraham (Génesis 25:8, 25:17, 35:29; Deuteronomio 32:50; Números 20:24-26; Lucas 16:22-23) y el alma del perdido espera en el Seol o Hades (Job 24:19; Salmo 9:17, 31:17; Eclesiastés 9:10; Hechos 2:27; Salmo 16:10; Apocalipsis 20:13), mientras que el espíritu de los justos vuelve a Dios para estar con el Señor en el cielo (Lucas 23:46; Filipenses 1:21-24; Hechos 7:59), luego, cuando el Mesías venga por su pueblo, sus cuerpos serán resucitados (1ª Corintios 15:51-53; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), y juntándose con los creyentes que estén viviendo en la tierra, sus cuerpos serán transformados en la semejanza del cuerpo glorificado del Mesías (Filipenses 3:21; 1ª Tesalonicenses 4:15-17; 1ª Juan 3:2) y ellos para siempre estarán con el Señor (1ª Tesalonicenses 4:17).

Cuando el Mesías se ponga a juzgar a los salvos, éstos recibirán recompensa por las obras que son aprobadas por Dios, o bien sufrirán pérdida por sus obras no aprobadas (1ª Corintios 3:11-15; 2ª Corintios 5:10). La obediencia a su Ley es recompensada con bendiciones. Las coronas y recompensas en el Tribunal del Mesías estarán directamente relacionadas con la práctica de su Palabra (Salmo 19:11; 1ª Corintios 3:14; 1ª Pedro 5:4; 2ª Juan 1:8; Apocalipsis 22:12).

Todos aquellos que rehúsan recibir a Yeshúa como su Salvador en ésta presente vida comparecerán delante de Dios para ser finalmente juzgados y condenados en el juicio del gran trono blanco, al eterno castigo consciente en el infierno (Mateo 25:46; Juan 3:16-18; Apocalipsis 20:11-25).

Aunque el énfasis de la Biblia está en la resurrección de los muertos en el Mesías, que ocurrirá en el instante de su retorno para llevarlos consigo al reino de los cielos que se establecerá por mil años en la tierra (1ª Corintios 15:20-23; 1ª Tesalonicenses 4:14-16; Apocalipsis 5:10; Apocalipsis 21:3), también los incrédulos serán resucitados, después del milenio, y juzgados delante del gran trono blanco (Apocalipsis 20:11; Daniel 12:2; Hechos 24:15). La garantía de nuestra resurrección futura es la resurrección de Yeshúa y su cuerpo glorificado es el modelo del cuerpo resucitado del creyente (1ª Corintios 15:20; Filipenses 3:20-21; Hechos 7:59).

La Biblia provee una amplia esperanza al creyente de que después de su muerte y antes de la resurrección final, su espíritu irá inmediatamente a estar con el Señor (Eclesiastés 12:7). Este periodo intermedio entre la muerte y la resurrección es una bienaventuranza consciente para el creyente y la liberación de sus preocupaciones y sufrimientos (Lucas 16:19-31; Apocalipsis 6:9).

El aspecto más animador de la esperanza del creyente sobre su futuro es que ha sido liberado de la condenación de sus pecados. Por la gracia de Dios y por medio de la fe en el Mesías, el creyente ha sido exonerado de sus pecados y ya no habrá para él juicio de condenación (Juan 5:24; Romanos 8:1).

Luego del reino milenial de Yeshúa la tierra será destruida por fuego. Luego serán creados nuevos Cielos y una Nueva Tierra, donde reinará Yeshúa junto a todos los creyentes por toda la Eternidad. Allí no habrá muerte, ni dolor, ni tristeza, ni llanto, ni hambre, ni sed (Isaías 65:17; Isaías 66:22-23; 2 Pedro 3:7-14; Apocalipsis 22:1-5).

La Torah

La palabra “Torah”, traducida en el Nuevo Pacto como “Ley”, significa "Instrucción" y es la instrucción de Dios para su pueblo. Yeshúa no vino a abolir ni a poner fin a la Torah ni a los escritos de los profetas, sino a cumplirlos (Mateo 5:17-19, 7:21-23, 15:3 y 19:17; Lucas 10:25-28; Romanos 13:8-10) y es autor de eterna salvación para quienes le obedecen (Hebreos 5:9). Él es el modelo de vida para todo creyente (Mateo 10:25; 1ª Corintios 11:1; Efesios 5:1; 1 Tesalonicenses 1:6).

La Torah contiene el Antiguo Pacto, pero éste no es la Torah sino parte de ella. Pablo en Gálatas 3:11 refiere como Ley o Torah al pasaje que cita de Habacuc 2:4. El Nuevo Pacto amplía la comprensión del Pacto Mosaico al darle su correcto entendimiento (Lucas 24:27; Juan 5:39; Hechos 18:28; 2ª Corintios 3:14), no contradice, ni añade o quita a la Torah (Deuteronomio 4:2) sino que desarrolla, explica y revela los misterios que fueron dados una vez para siempre (Juan 5:46-47). El hijo de Dios muestra su amor a su Dios y Salvador haciendo suyos sus mandamientos y poniéndolos en práctica (Juan 14:15, 21-24; Juan 15:10; 1ª Juan 2:3-7; 1ª Juan 3:22; 1ª Juan 5:3; 2ª Juan 1:6; Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 14:12). La voluntad de Dios expresada en su Torah es para todo creyente siempre que le sea aplicable. Dios promete colocar su Torah en el corazón del creyente (Jeremías 31:31-33, 32:40; Ezequiel 11:19-20; Hebreos 8:10, 10:16-17) y hacer que éste ande según sus estatutos y preceptos (Ezequiel 36:26-27).

La Torah produce libertad (Salmo 119:44-45; Santiago 1:25), gozo (Salmo 19:8, 119:47), convierte el alma (Salmo 19:7), produce fruto (Salmo 1:2-3), trae bendición (Deuteronomio 28:1-14), da sabiduría e inteligencia (Deuteronomio 4:6-8) y produce deleite (Salmo 119:70).

La Torah es perfecta (Salmo 19:7), pura (Salmo 19:8), es verdad (Salmo 119:142), es la herencia de la congregación de Jacob (Deuteronomio 33:4), es justicia, misericordia y fe (Mateo 23:23), es santa y el mandamiento es santo, justo y bueno (Romanos 7:12), hay maravillas en la Torah (Salmo 119:18).

La instrucción de Yahweh contiene normas de vida para el ser humano a fin de que éste sea su especial posesión y viva apartado de las costumbres de los demás pueblos de la tierra (Éxodo 33:16, Levítico 20:26), prolongue sus días y sea prosperado en todo lo que haga (Deuteronomio 5:16, 6:2, 17:20, 32:47; Josué 1:7-8; 1ª Reyes 2:3).

La palabra de Dios define al pecado como una transgresión a la Torah (Romanos 3:20, 5:13, 7:7; 1ª Corintios 15:56; Santiago 2:9; 1ª Juan 3:4), es por esta razón que no creer que Yeshúa es el Mesías es pecado (Juan 16:9), porque toda la Torah habla de Él (Juan 5:46-47).

La Torah del Mesías (Gálatas 6:2) no es otra Torah diferente a la Torah de Yahweh (Éxodo 13:9; Esdras 7:10; Nehemías 9:3; Salmo 1:2, 19:7, 119:1; Isaías 30:9; Jeremías 8:8).

La Iglesia

La palabra "Kehilah" en hebreo significa congregación y es mencionada en Deuteronomio 33:4. En el griego la palabra “Ekklesia”, que significa asamblea y literalmente "los llamados para afuera", es mencionada en Hechos 7:38 para referirse a Israel como la congregación en el desierto y es usada en doble acepción en el Nuevo Pacto. Una de ellas es la "Iglesia Universal" que es el cuerpo del Mesías (Efesios 1:22-23), integrada por todos aquellos que han nacido de nuevo por medio de la fe personal en Yeshúa el Mesías como Salvador (Mateo 16:18; Efesios 5:24-25; Colosenses 1:18; Hebreos 12:23). La otra es para significar una "congregación local" que es una comunidad de creyentes reunidos para alabar a Dios, para tener comunión, para administrar las ordenanzas del bautismo y los tiempos señalados de reunión y para la propagación del evangelio hasta los últimos rincones de la tierra (Hechos 1:8; 13:1-3; 14:23; 1ª Corintios 1:2, 17; 1ª Tesalonicenses 2:14).   Yeshúa el Mesías es la Cabeza de la Iglesia y ella es su cuerpo y vive bajo su dirección (Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18), porque Él es la fuente de vida (1ª Juan 5:12).

La Iglesia es llamada a ser la Novia del Mesías a la que ama con amor infinito y por la que se dio a sí mismo para redimirla (Efesios 5:25-27). Como Novia, la Iglesia espera la unión final con el Mesías cuando Él regrese a la tierra (2ª Corintios 11:2; Apocalipsis 19:7-8). La Iglesia es también el Templo de Dios que Él ha escogido para su morada (Efesios 2:19-22), sin embargo, no debemos confundir la Iglesia con una persona jurídica o con los templos hechos por el hombre (Hechos 17:24).

La Iglesia también es el Israel de Dios (Hechos 7:38; Gálatas 6:16) y el pueblo de Dios como vemos en Mateo 1:21: “Ella dará a luz un hijo; y lo llamarás Yeshúa, porque él salvará "a su pueblo" de sus pecados”. También en Hebreos 8:8: Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo. En Efesios 2:12 encontramos que también los gentiles son injertados en el pueblo de Israel: “En aquel tiempo estabais sin el Mesías, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”.

Dios no ha desechado a su pueblo Israel, por el contrario, todo creyente en Yeshúa el Mesías, sea de origen judío o gentil, ahora es el remanente fiel de la casa de Israel (Génesis 12:3; Isaías 14:1; Romanos 11:1- 24; Efesios 2:14).

Las más importantes funciones de la congregación local de creyentes, que así mismo describen la naturaleza espiritual de la Iglesia universal y su relación con el Mesías son: Adoración, comunión, instrucción de la Palabra de Dios y el entrenamiento de los creyentes para el servicio (Hechos 2:42; 13:2; Efesios 4:11-13; Hebreos 10:25).

Libre albedrío y Predestinación

Dios es absolutamente soberano, y en su soberanía le dio al hombre la libertad de aceptar o rechazar la salvación que Él ha provisto. Es la voluntad de Dios que todos se salven y que ninguno se pierda (Ezequiel 33:11). Él conoce de antemano (Juan 6:64-65; Romanos 8:29-30; Efesios 1:5-14; 2ª Tesalonicenses 2:13; 1ª Pedro 1:2)  pero no predestina a ningún hombre a condenación (Hechos 10:34; 1ª Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Dios permite que el destino del hombre dependa de sus propias decisiones (Romanos 9:30-32).

La seguridad del creyente

Todo verdadero creyente ha recibido y tiene vida eterna como una posesión presente (Efesios 1:13-14) y por lo tanto, puede tener completa seguridad de la salvación por este tiempo y por la eternidad (Juan 3:16; 5:24; 10:28-29; 1ª Juan 3:2; 5:12-13).

La salvación no se gana ni se pierde, sino que se recibe o rechaza (Salmo 24:5, 2ª Tesalonicenses 2:10, 1ª Timoteo 1:15, 2ª Timoteo 3:8, Juan 12:48). El verdadero creyente no rechaza su salvación por pecar eventualmente, lo cual siempre sucede, porque todos pecamos. Tampoco existe nada, ni ahora ni en el futuro que pueda separarlo del amor de Dios (Romanos 8:31-39), aunque pierde la bendición y el gozo de la comunión que podría experimentar y ser galardonado por Dios (1ª Corintios 3:11-15). Dios mantiene estrictas y absolutas sus normas de santidad pues Él dejaría de ser Dios si Él dejara de aborrecer el pecado en forma absoluta (Habacuc 1:13). Por lo tanto el creyente que resiste la gracia ofrecida por el Espíritu Santo en su vida y fracasa en continuar obedeciendo, es castigado por Dios. Esta disciplina no es condenatoria, pues el creyente ya ha sido liberado de la condenación de sus pecados y además éstos ya han sido juzgados en el Mesías (Juan 5:24; Romanos 8:1). Esta disciplina es más bien correctiva, efectuada en su infinito amor por un Padre que ama a sus hijos, para que así éstos puedan aprender a odiar el pecado y a amar la voluntad de Dios (Hebreos 12:5-14).

Dios es santo y Padre justo (1ª Pedro 1:15-16). Él quiere que cuando sus hijos pequen, ellos mismos se examinen (1ª Corintios 11:31), quiere disciplinarlos y corregirlos en su infinito amor (Hebreos 12:6) para que ellos puedan presentarse sin nada de qué avergonzarse ante Él en su gloria (Efesios 5:26-27; Judas 24).

Es un privilegio de cada creyente en el Mesías tener la seguridad de su salvación en esta vida, pues su salvación depende de las promesas de Dios y no de sus propios esfuerzos (Juan 10:28; 1ª Juan 5:11-12). Dios ha prometido no solamente el perdón de todos los pecados (Colosenses 2:13), sin hacer una distinción entre pasados, presentes y futuros, sino también el perfeccionamiento de su salvación por gracia en el individuo (Filipenses 1:6; 1ª Pedro 1:3-5; Romanos 8:29-39). Esta seguridad que el creyente recibe, sin embargo, no constituye una libertad para dar rienda suelta a su carne y abusar de la gracia de Dios (Romanos 6:12; Gálatas 5:1, 13).