Dios es absolutamente soberano, y en su soberanía le
dio al hombre la libertad de aceptar o rechazar la salvación que
Él ha provisto. Es la voluntad de Dios que todos se salven y que ninguno se
pierda (Ezequiel 33:11). Él
conoce de antemano (Juan 6:64-65; Romanos 8:29-30; Efesios
1:5-14; 2ª Tesalonicenses 2:13; 1ª
Pedro 1:2)
pero no predestina a ningún hombre a condenación (Hechos 10:34; 1ª Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9).
Dios permite que el destino del hombre dependa de sus propias decisiones
(Romanos 9:30-32).
Dios quiere que dependamos de El...
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